Tengo un par de anécdotas para rematar el periplo estadounidense. Bajaba yo con mi maleta en el ascensor del hotelazo de Austin (Texas) y entraron dos señoras muy finas y muy puestas hablando como cotorras. No interrumpieron su discurso para saludar, lo cual me sorprendió, pero como no conozco las costumbres de la finura norteamericana tampoco quise yo interrumpirlas con un Good morning inoportuno y me quedé calladita (que suelo estar más mona). En un determinado momento, una de ellas me da los buenos días y me dice (o yo entendí) que qué maleta tan bonita llevo.
-Thank you -respondí, y apreciando su deseo de una amable conversación de ascensor, añadí- I'm leaving.
Resulta que, para llegar al hall (cosas de los hotelazos americanos) había que cambiar de ascensor. Como yo llevaba maleta, llegué segundos más tarde, me metí tras ellas y, al entrar, canturreé simpática:
-Good morning, again.
Para mi sorpresa, la señora finísima que alabó mi maleta segundos antes, con una altivez de cine, me suelta:
-Are you talking to us? (o sea, "¿Nos lo dice a nosotras?")
Vamos a ver: la elaboración de una respuesta rápida no depende tanto del dominio de un idioma como de la capacidad de reacción ante la perplejidad, porque yo, perfectamente le podía haber respondido: "Of course not, I'm talking to the elevator" (o sea: "No señora, le hablo al ascensor") pero la insensatez siempre me ha bloqueado, así que ahí me quedé, con la mandíbula rozando la alfombra del lujoso elevator y, eso sí, con una nueva anécdota cómico-plumera que contar.
Seguimos. En el vuelo largo se me sentó al lado una señora que hablaba. No soporto que me hablen en los aviones, especialmente si quien me habla lo hace en inglés y no la conozco de nada. Se interesó por todo lo que hacía referencia a mi persona: que si era española (decirle que sí resultaba más fácil que darle detalles sobre la nación antitaurina en la que nací); que si qué había ido a hacer a los USA (tres cuartos de lo mismo), lo resolví diciendo to see my friends con la esperanza de que me dejara tranquila, pero no hubo manera, siguió atacando por el flanco de mi actividad profesional. Su cara recordaba muchísimo a la protagonista de Fargo, lo cual añadió salsa a la escena. Me puse los auriculares, y ni así conseguí callarla, al cabo de un rato, me tocó en el brazo y me pidió recomendaciones sobre lo que había que visitar en Barcelona. Le dije, como pude, que fuera a ver los edificios de Gaudí y comiera paella, pero resulta que no había oído hablar jamás ni del uno ni de la otra, así que ya me tienes explicándole que nuestro

plato nacional es un yellow rice with fish (lo cual la puso muy contenta) y hablándole del modernismo. Para evitar dar muchos detalles, le regalé un pequeño calendario con las construcciones más emblemáticas de mi ciudad (que suelo llevar a mano en mis viajes, no para taparle la boca a señoras como esta sino como simple souvenir) y le sugerí que se subiera al bus turístico.
Y aquí se acaba la aventura. Nelo y Nua han estado divinamente en la casa rural y les han encantado los chuches que les he traído en forma de hamburguesa con french fries. Ah! y para el quillo una pelotita de béisbol. Ahí va una foto.