Acaba de cumplir 5 añitos. Hay que ver cómo pasa el
tiempo, ¡5 años ya conmigo! Y, si bien ha crecido a lo ancho (ha puesto
pectoral y ha ensanchado cadera), si bien ha ganado en seguridad y ahora ladra
a sonidos extraños con aires de perro guardián, su edad mental no parece, de
entrada, haber sufrido modificaciones sustanciales. Tampoco su carácter alocado
ni su tendencia al drama siciliano. Pero lo que más destaca de su devenir
cotidiano es que, cada vez es más de pueblo. Ayer fuimos a la ciudad. No
habíamos bajado desde hacía tiempo por miedo a una reacción alérgica, recordad
que, a la mínima, le salen granos y erupciones. Estuvimos unas 4 horas y regresamos
a casa, tanto él como yo, con síntomas de agotamiento postraumático.
Primero, el maletero del nuevo coche que no le hace
ni pizca de gracia: no sé que le encuentra de diferente con respecto al
anterior, pero el caso es que se negó a subir y tuve que meterlo a peso. Luego
el barullo urbano que, por ser puente, se concentraba en el litoral y todo eran
familias, criaturas en patinete, turistas en camiseta, Erasmus en shorts y
bicicletas…, un montón de bicicletas arriba y abajo ¡Con el pánico que le
provocan! Anduvo todo el camino con el trocito de cola que le queda, tapándole
el culito, ya que no le llega entre las piernas. Y, para colmo, el halti!! Que
ha de llevar, sí o si, en beneficio de mi brazo izquierdo que, por tragedias de la
vida, es muy susceptible a sus tirones. En conclusión, un drama!
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La frase del día: No hay Mesías capaz de competir con la hora de la siesta.
J.G. Ballard
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