miércoles, 7 de diciembre de 2011

Sentido homenaje LitLes a esta cómica de la pluma

2011-12-02 20.03.36La presentación de 15 años Con Pedigrre fue algo más que una simple presentación; un encuentro de amistad y orgullo lésbico con un discurso de Thais Morales de chapeau, lecturas, cánticos y un homenaje sorpresa de las chicas del taller LitLes que me dejó con kleenex en los ojos y sin palabras en la boca.
Mil gracias a todas.
Si os apetece escuchar el acto al completo, lo tenéis en InOutradio. Aquí va el enlace InOut

También podéis leer el homenaje:  
Desviadas & Felices (de serlo)
Isabel Franc, un caso preocupante de personalidad múltiple

Inteligente, independiente, luchadora, cómica, pionera, culta, sabia, honesta, generosa, incrédula, indomable, fuerte, superviviente, gregaria, jefa de tribu… ¿Tantos atributos para una sola mujer?

De Entre todas las mujeres, Isabel Franc eligió ser también Lola Van Guardia. No por gusto, necesitaba despistar al Opus Dei después de lo de Bernadette Subirous y la Virgen de Lourdes. Ninguna fuente lo confirma, ni siquiera la de la gruta de Massabieille —tampoco la de Canaletes—, pero se comenta por el ambiente. Un ambiente visibilizado, diseccionado y retratado con humor por sus Plumas de doble filo: la pluma de Lola, siempre presta a vivir la noche sin complejos y Con Pedigree; y la pluma de Isabel descansando por el día en su Mansión de las Tríbadas, en pleno Maresme. Solo la Virgen, Nelo, Nua y los gatos son testigos de las orgías que allí se monta la Franc, aparte, claro, de la infinidad de mujeres de dudosa reputación que han participado en ellas por los siglos de los siglos. Reuniones clandestinas, conversaciones subversivas, paellitas dominicales, barbacoas de verano en el jardín del limonero junto al huerto ecológico, fiestas de pijamas y humaredas porreras… Si Natalie Barney levantara la cabeza estaría orgullosa de tan digna sucesora.

Lo lleva en la sangre eso de inventarse egos y suplantar personalidades para hacerse un hueco en el panorama de las letras, pues se sabe de buena tinta que su padre ganó un concurso literario para mujeres usando el nombre de una de las féminas de la familia. Con semejantes antecedentes, no podía esperarse otra cosa de ella, los genes son los genes.

Sin embargo, bien poco se sabe de Isabel Franc si nos atenemos a los datos biográficos que de ella se conocen. Citamos textualmente: Nació en Barcelona en 19 _5. Tras cursar el bachillerato y escribir a los nueve años su primer cuento en la soledad de un ambiente familiar difícil, estudió pedagogía.”. De donde podemos deducir que: 1) la Franc se resiste a revelar cuántos eneros lleva a cuestas; y 2) para dejar atrás una infancia difícil, nada mejor que estudiar pedagogía.

Aunque no aparece en ninguna biografía, podemos añadir que vino al mundo cerca de la la Sagrada Familia, concretamente en una de las torres del monumento al cinismo global, para más inri. Quisieron darle educación religiosa, pero las monjas la echaron de su escuela el mismo día que llegó. Algunos años más tarde concluyó ella solita que la familia tiene poco de sagrada y que, muchas veces, la elige cada cual. Ella escogió la suya y la repartió entre Valencia e Italia.

Más datos contrastados: “En 1979, obtuvo el título de profesora de EGB en la especialidad de lengua española e idiomas modernos.”. Bueno, que la Franc siempre ha sido muy moderna es de dominio público, y también corre por ahí que utiliza la lengua española como pocas, combinándola con otro de sus merecidos títulos, el de finalista de La Sonrisa Vertical. Muy pronto su fama de deslenguada vivaz corrió como la pólvora y traspasó fronteras hasta París, donde siguió ganándose la vida con su lengua española. Cuentan fuentes oficiosas que sus alumnas parisinas estaban encantadas con la lengua de la Franc y que ninguna quedó jamás descontenta. Al parecer, la llamaban a todas horas y ella se dejaba llamar de todo menos cariño. “No me llames cariño”, repetía una y otra vez a sus pupilas, jóvenes mujercitas tiernas y delicadas como baguettes recién horneadas. No, Isabel Franc nunca ha sido amante del amor romántico. Sus motivos tendrá y así los expuso en su autobiografía bilingüe castellano-catalana Las razones de Jo, en la que explica en primera persona los motivos por los cuales siempre se ha sentido diferente a las demás.

De la Ville Lumière y capital de la alta costura se trajo a Cataluña muy buen sabor de boca y un gusto exquisito por el buen vestir. Su camiseta Frank-Einstein sigue marcando tendencia en nuestros días, y su foto con la chaqueta al hombro continúa siendo la más aclamada de todas las que aparecen en la solapa interior de sus libros.

Declara a menudo que no cree en la pareja, que prefiere la vida en tribu. ¿Otra de sus afirmaciones visionarias o un mero subterfugio para justificar una presunta y enfermiza tendencia a la promiscuidad? Quién sabe, pero no parece importarle demasiado. A pesar de todo, ha conseguido crear su propia tribu, un grupúsculo de disidentes desarrapadas que buscan instruirse en las artes de la (mal llamada) literatura Les y le recuerdan que su vida después del Taller Litles ya nunca será igual ni vendrá a ser lo mismo.

En resumen, más que una autora original, nos hallamos ante una creadora rara por biplumífera, por descreída, por negarse una y otra vez a desvelar la autenticidad de su pedigrí y por seguir escribiendo letras violetas sabiendo que no gustan a las grandes editoriales.

Así es Isabel Franc, Franky para las amigas y su tribu, la cómica de la pluma por excelencia, una apasionada de las nuevas tecnologías que no dudó en cambiar el bloc de notas por un blog virtual, cotidiano y perruno. Sí, a la Franc le encantan las bestias peludas de cuatro patas, casi tanto como las perras creativas e intelectuales de dos piernas o el bestiario lésbico de los Cuentos y Fábulas de Lola Van Guardia.

Isabel Franc es, ante todo, una escritora Desviada & Feliz, jamás Desconocida y siempre Fascinante a pesar de haber tenido un año mu’ malo, mu’ malo. El próximo será mejor, sin duda. Y Con (más) Pedigree, si cabe.

PARA SABER MÁS: Preguntadle a ella. Con unas bravas y un buen vino blanco, bien fresquito, se le suelta la lengua que da gusto.

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